Yo a veces me pregunto: “¿Estaré viviendo en un sueño eterno, como una simple creación de la imaginación de alguien más?
No logro entenderlo, este mundo que me acoge y me abraza o que me empuja y desprecia. Es todo demasiado raro para que yo logre dilucidar su perpetuo movimiento. Pero de lo que si estoy seguro es que somos un péndulo constante que pibotea entre los extremos como saltándole a un abismo que no es ni más ni menos que el equilibrio entre ambas realidades.
Hasta hace cincuenta o sesenta años la sociedad se había afianzado de forma ridícula en los preceptos de la moral y la decencia con la voluntad de Torquemada. Como digo, yéndose al extremo.
En esa época, la gente se volcaba de lleno a los valores dogmáticos de una sociedad pura y casta, que intentaba esconder con pomposa parafernalia de castigos e injurias públicas y sociales su naturaleza pérfida y pecaminosa. Así es como vemos que en el pasado las mujeres se subyugaban a la voluntad de su esposo y marido por miedo a la discriminación férrea del popolo, o la risible tradición de mostrar las sabanas manchadas la mañana posterior a la noche de bodas como prueba mordaz del estado virginal de la susodicha pese a que eso no fuera verdad y se usara la sangre de un pobre cordero para suplir la propia.
Cosas como esa son las que me lleva a pensar que la humanidad trataba, en esos tiempos, de ocultar su verdadero rostro tras una mascara tan falsa como su portador. Esos tiempos, en los que el honor y la decencia marcaban las vidas con sello de fuego haciendo imperdonables actos que hoy los aceptamos con una naturalidad que por momentos asusta, tiempos en donde la esfera privada de cada individuo era una logia masónica hermética y su publicidad o mínima demostración acarreaba el cadalso popular.
Pero ahora, siguiendo con lo que dije en un comienzo, hemos saltado ese gran abismo que representa la comunión entre realidades y hemos aterrizado en la otra cornisa. La cornisa de la vida publica, en donde la palabra “secreto” suena tan vacía como los discursos del Papa.
Ahora, en los tiempos que corren, la privacidad no es más que un estorbo que hay que eliminar a cualquier precio. Siendo que desde los medios de comunicación nos enseñan que nada es propio y todo es ajeno, mostrando en total desnudez y sin ningún tipo de miramiento hacia el respeto o la moral la vida de los demás con una impunidad que demuestra su falta total de decencia hacia sus pares, como un monstruo desalmado y sedicioso. Y es en base a esas enseñanzas que nosotros acogemos esa forma de ser hasta el punto de hacer de nuestras vidas una satírica historia visual por medio de las herramientas que la actualidad nos provee, casi como una forma de autodestrucción colectiva.
Es que, viendo a esos nuevos entes incapaces de aunar las características del término “persona”, me asalta un sentimiento de impotencia. Ya que todo el mundo generaliza, metiéndome (por mi rango de edad) en los pensamientos e ideas, si es que las tienen, de esas masas mayoritarias que se pavonean sobre preceptos que son incapaces de entender, tales como la libertad.
Esta nueva raza, producto indiscutible del sentimiento rebelde hacia los antiguos principios en los cuales se fundaba la sociedad, hacen alarde de su libertad y muestran sus vidas en espacios populares esgrimiendo justificativos tales como: “no molestamos a nadie con lo que hacemos” o “a mi no me importa lo que los demás digan de mi, yo lo hago porque me gusta”; sin tomar conciencia de lo vacías que estas respuestas son, siendo que les resulta como una necesidad imperiosa la aceptación de los demás por medio del numero que visitas que reciben en esos espacios de ignominia.Ahora bien, me pregunto: ¿Cuál será el destino de la humanidad en los años venideros? ¿A que cornisa iremos a parar?
The Revenant (2015) High Quality
Hace 8 años