sábado, 31 de octubre de 2009

bueno... tuve que sacar esta entrada porque ya la había publcado ¬¬
cuando me llegue la inspiración, pongo un cuento que tengo dando vueltas en la cabeza

lunes, 5 de octubre de 2009

feliz es la flor
que tus ojos miran
puesto que ni el sol
de tal forma las mima
y es que tu voz
que me es tan desconocida
la siento en la flor
que a tus pies se marchita
con un cadiz de sabor
que ni en la propia china
guarda su olor
de risas andinas
al borde de la hoz
que no corta ni camina,
puesto que tu voz,
aunque sea desconocida,
yo la escucho por favor
de las torcidas rimas
que en vientos de ardor,
suaves y golondrinas,
rompen la hoz
que a tan bellas flores arruina.

sábado, 3 de octubre de 2009

Sofia

Feliz cumpleaños a mi, no les parece?

Ese día, estaba tirado en mi cama sin pensar en nada. Vacío, viendo el techo de mi habitación. Unas formas raras y alargadas se formaban entre las vetas de las vigas de madera del techo.

De a poco, fui cerrando mis ojos. Posiblemente gracias al aburrimiento y el cansancio que tenia encima.
Entre dormitaciones, empecé a ver cosas: veía un parque grande, extenso. Lleno de plantas y senderos pedregosos. En frente, el provincial, y por detrás, la avenida Colon. Era la plaza Colon, y me veía a mi mismo sentado en uno de los bancos de espaldas a la avenida.
Justo delante mío, la calesita que no paraba de girar. Esa calesita de mi infancia, de dos pisos blanca y dorada a la que tantas veces me subí siendo chiquito. Y desde allí, una nena, de rulos rubios intensos con una sonrisa que gritaba: “Tío, tío, mirame, mira como ando en el caballito. Tío, mirame tío.”
No entendía muy bien lo que pasaba. A esa nenita la conocía. Sentía que me estaba llamando a mí.
De pronto, la imagen se empieza a iluminar hasta quedar en blanco. Un blanco segador que no me dejaba ver nada. No podía visualizarla mas. Era como si no pudiera recordar lo que vi.
En ese momento, el blanco se empezó a desdibujar formando colores. Era otra imagen. Esta vez, estaba en el mostrador de una heladería.
Mire a un lado y al otro. Me veía frente a la caja registradora hablando con un chico que me estaba atendiendo.
Por fuera de las ventanas, veía la avenida constitución. Estábamos en una esquina. Pero no puedo ver el nombre del lugar.
De pronto, escucho una vocecita que me llama la atención: Era la misma nenita de antes que estaba al lado de mí en la imagen empujándome. “Tío, tío, yo quiero de dulce de leche. Pero comprame un cucurucho a mi. Dale tío, porfa…”
Luego de escuchar eso, otra vez siento que me sacan de la cabeza lo que estaba viendo. Como si lo arrancaran cegándome completamente.
Otra vez me encontraba en un lugar todo blanco que me intimidaba. No lograba entender que era lo que pasaba.
La luz se va desvaneciendo y entre flashes, veo a mi hermana en la puerta de su casa. Luego, me veo a mí caminando hacia la reja con esa niña subida a mis hombros. “Tene cuidado Juan. Vayan despacio”.
La chiquita rubia se reía arriba de mi mientras yo le sostenía las piernas para que no se cayera. “Dale tío, ¿a donde me vas a llevar? Decime, no seas malo”
Empecé a llorar. No sabia porque estaba llorando pero lo hacia. Llore como un chico mientras la imagen desaparecía frente a mi y ya no podía recordarla.
En ese momento, escucho a lo lejos alguien que gritaba: “Sofía”
Y ahí lo entendí todo. Ahí me acorde de todo.
Esa nenita de rulos rubios, de piel pálida y ojos celestes como el cielo o el mar. Esa nenita que me decía “tío”.
Sabía que nunca la iba a llevar a la plaza, que nunca le iba a comprar un helado, que nunca la iba a subir a caballito.
Ella nunca me vería con sus ojitos, nunca me acariciaría con sus manitos, nunca me sonreiría. Porque esa nenita, Sofía… nunca nació.