miércoles, 30 de septiembre de 2009

Esta no es la historia de la que hable antes, pero bue... un poco de desahogo.

Es triste recordar
que la hiena sigue caminando
mientras nuestro pesar
cada día se va marcando.
Y en el camino de jardin
el sol trata de guiarnos,
pero cuando tropezamos
las nubes salen a ocultarlo.
Más seguimos caminando
ya sin piernas ni rodillas
solo con nuestras manos
arrastrandonos por la gravilla.
Triste en verdad
es recordar nuestras pisadas
ya que nos muestran nuestra vida,
como la vemos pasar
aquellas maravillas,
a las que no veremos más
ni en sueños ni en pesadillas.

viernes, 25 de septiembre de 2009

en unos dias voy a publicar el peor de todos mis cuentos. aquello que odie escribir en cada una de las palabras que alli aparecen. algo que nunca hubiera imaginado que podria contar.
llamenlo desahogo, liberación, o simplemente un grito de ayuda. la verdad es que es el peor y mas horrible cuento que jamas llegué a escribir, y me lamento de él con cada uno de mis pensamientos. Pero lamentablemente, ahi esta... y seguira estando. asi que creo que es mejor que este sobre papel que en mi cabeza.

Adios

jueves, 17 de septiembre de 2009

Un Sueño Inolvidable

ahora si... la ultima parte

Pasada otra media hora en la que el verdugo me dejaba reposar, probablemente para que recuperara la voz así podía oírme en la siguiente sesión de tortura, empezó a frotarme la espalda con la mano de forma brusca, haciendo presión entre mis vértebras. De pronto, sin miramientos, me clavó unas barras punzantes a los lados de mi columna, justo por sobre mis glúteos. Ese dolor agudo me había destrozado. Pero ese dolor no era el que quería propinarme. Ambas barras empezaron a presionar mi carne hasta sujetar mi última vértebra y de un solo jalón, me la arrancó del cuerpo. El dolor que sentí no lo podría comparar con nada. Expulse un grito desgarrador tan fuerte que los anteriores quedaban reducidos a meros quejidos.

Uno a uno me fue arrancando los huesos de toda mi columna. Ya no sentía mis piernas, ni mi torso, ni mis brazos. No sabía si era por el hercúleo dolor de mi espalda o por la ausencia de los nervios que conectaban a todo mi cuerpo.
Ya se acercaba aquel monstruo, incapaz de definirse como hombre, a la última vértebra bajo la base de mi cráneo cuando me desmaye por la insoportable agonía. Estaba feliz; estaba muriendo y ya no sentiría nada más.”
Me desperté, todo sudado. Había sido la peor noche de mi vida. Ese sueño tan espantoso, pesadilla infernal, me había agotado.
Me levante con gran esfuerzo de la cama y baje por las escaleras a desayunar. Mi madre ya estaba levantada, toda lista para irse a trabajar. Al verme despierto tan temprano, cosa rara en mí un día de asueto, me pregunto como había dormido. Con una cara de cansancio y aletargamiento negué con la cabeza.
-¿Por qué? – Preguntó ella.- ¿Tuviste un mal sueño?
Sin pensarlo, casi como un acto reflejo, le dije que no. Que había tenido un sueño hermoso. Y es que ese sueño, comparado con la realidad que me acosaba desde el día de ayer, con la tristeza que había vuelto, me parecía una bella ilusión.