lunes, 14 de junio de 2010

Matrimonio entre el Cielo y el Infierno

De negras andarinas se tinió la tierra que pisaste, mientras yo contemplaba el amanecer de un negro violentino. Las aves cantaron en un coro nupcial, mientras las plantas marchitas se agasapaban sobre nuestros pies.
En un abrir y cerrar de ojos, las nubes blancas poblaron el cielo y la tierra se iluminó. Más las aves negras se posaron invisibles sobre las copas de los arboles, impacientes por comenzar a deglutir.
Triste era el semblante de los presentes que a ambos lados se agasapaban espectantes. Blancos eran los liensos que alli se veían, de pureza inmaculada. Sin ojos nos miraban, sin boca nos susurraban, sin oidos nos escuchaban.
Sus pies, mugrientos de un alquitran tan negro como la boveda que selevantaba sobre nosotros, caminaban sobre la losa. Los míos, blancos, pesaban como la culpa de un engaño.
Negro el cielo sobre nosotros, blanca la tierra debajo nuestro, indemnes los espectadores, y fuego por doquier. Llamas cristalinas de purpureas serpentinas, con humos densos y peregrinos.
El aire pesaba y nuestros rostros se ensombrecían a medida que cada nuevo paso se sentía: Dolor y angustia, pesar y delirio, agonia y placer, jubilo y suplicio. Así de cargado el aire estaba, pero sin notarlo, yo respiraba.
Una voz muerta se alzó sobre el recinto. Los arboles crujieron de puro dolor y las alegrinas volaban por el firmamento. Extraños sentimientos.
De abito blanco y prominente superficie, un monje nos llamó. Ojos vacios y oscuros como el abismo miraban hacia el frente mientras su piel mortesina se elevaba dividiendose en finas serpientes jorobadas.
Detras de todo aquello, una capa negra con manos de arena y ojos de cristal precidían la ceremonia. Cardenas robustas de rojo carmesí brotaron por la seda de palida soltura.
Manos y cabeza ardieron sin miramiento ante los ojos ciegos de los presentes. Su lumbre nos cegó, pero de un tono vivido y feliz.
Y así fue... el tiempo inmortal, el negro despertar, el santo grial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario